jueves, 13 de mayo de 2010

Leonardo se aúpa al podium del rejoneo en Madrid

MARIO JUAREZ DE BURLADERO

123451 Votos Leonardo Hernández pegó un puñetazo encima de la mesa del rejoneo con una actuación importante, madura, con gran dominio de la lidia y muy pura, que le situó de golpe y porrazo como eje indiscutible de la primera fila del toreo a caballo, como hacía tiempo que venía apuntando con mucha fuerza.

Tres orejas paseó Hernández, pero por encima de ello queda la sensación de torero maduro, seguro, solvente, con el toreo a caballo metido en la cabeza y fácil, muy fácil y seguro.

No era sencillo levantar una tarde que comenzó torcida. El frío, la lluvia a ratos y, por encima de todo, una mansada infumable de Luis Terrón hicieron que la plaza nunca entrase, de verdad, en la tarde. Los días de caballos en Madrid suelen ser festivops, alegres y con multitud de niños en los tendidos, pero el experimento de programarlo entre semana se salió del guión habitual. Y no hubo lleno.

Artísticamente, la tarde de Leonardo Hernández fue de una madurez sorprendente. Con dos toros de distinta condición, los más potables de la tarde, un tercero con cierta nobleza y que tuvo motorcito y el sexto, más parado pero con fijeza y nobleza al que le buscó las vueltas, Leonardo entró por méritos propios en esa terna de oro de la temporada a caballo, con Pablo y Diego.

Con los dos Leonardo dio una lección de lidia a caballo. Dominando los terrenos, las distancias y los cites. Al primero de su lote, que salió parado de inicio, lo metió pronto en el canasto después de aguantarlo de salida y encelarlo en los medios. Y con el toro buscando tablas, fue por ahí donde levantó la faena a lomos de Amatista, llevándolo a dos pistas en una vuelta al ruedo que concluyó con un ajustadísimo cambio por los adentros a cámara lenta.

A partir de ahí, su labor no hizo más que crecer. Ajustando mucho, llegando al toro en los quiebros y dominando los terrenos con Verdi, su labor terminó en lo alto, aunque no cayese ahí el rejón de muerte. Pero la oreja que paseó tuvo mucho peso.


Las dos llegaron del sexto, un toro que esperó más pero que tuvo nobleza y fijeza y, al menos, acometió a las llamadas. Leonardo lo lidió con gran inteligencia, temple y mucha seguridad, apostando en banderillas en excelentes batidas al quiebro, siempre al pitón contrario, siempre dando los pechos y siempre con la ventaja para el toro.

La faena, muy pura y con mucho temple, fue ganando enteros y el rejonazo final, mortal de necesidad y bien colocado, puso en sus manos el doble trofeo, la salida por la puerta grande y ese puesto en el trío de honor de la temporada a caballo.

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